
La que no esperaba nada de los hombres, coleccionaba amores desgraciados, soldaditos de plomo mutilados. Pero quiso una noche comprobar para qué sirve un corazón, y prendió un cigarrillo, y otro más, como toda esperanza, se esfumó. Por eso cuando el tiempo hace resumen, y los sueños parecen pesadillas, regresa aquél perfume de fotos amarillas.
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